Alicia y el guardián del Árbol / poema
Estaba condenado a llorar
para que no secaran las manzanas,
del árbol de la conciencia,
solo sus ojos podían alimentar
los frutos en aquel desierto,
para mantener su llanto
ejerció el oficio de escribir,
como un pretexto, y se echo andar
por los vocabularios,
Céfiro entre el hambre y el dolor,
dispuesto a librar la batalla
sin escudos ni promesas,
partió desde los espejos dentro de un sombrero,
en el ojo de las tormentas, en las paginas de un cuento…
Alicia comprendió que estaba buscando el abanico
y el Conejo descubrió la presencia de Alicia,
con el nombre «C. BLANCO» grabado en ella,
corrió escaleras arriba,
corrió sueños abajo, sin ser quien era esa mañana, sin volver desde las penas esa noche,
sin tener memoria de su cuerpo,
¡Corre conejo Blanco revisa tu reloj ¡
que mi tiempo en el mundo
es un mándala que gira en el llanto,
corre trota acelera tránsfuga el azul,
yo apunto palabras, tú corre,
abre las puertas donde
tantas veces ha cambiado de nombre
la soledad, no encuentro la llave conejo,
las cerraduras las tiene la Reina
y esta cortando cabezas,
en su juego de cartas,
en su juego del mundo,
en los trabalenguas de sangre,
en el hocico del asesino,
en los jardines lentos de tortugas,
donde golpeo con palos de cricket
la cara de la morsa, y te
pregunto, ¿ Como hago?
¿donde encuentro las palabras, dulce
Alicia,? Para que todo no se agote en mi
sino en el compromiso hacia los otros,
en las imágenes de una voz que se extiende,
cruzando el abanico aventador
de las brújulas, si la magia, si me muero
en la distancia de un río,
en la página impar de la vida,
se termino el juego, Alicia,
me quedare en una orgía
a tomar el té y fumare con la oruga
todas las hierbas, hasta el verano,
pasaran los hombres y las mujeres
leyendo, pasando,
y el estará
abrazado a los vocabularios, llorando,
alimentando
con sus ojos
con su alma
las raíces
doradas de un árbol…