Todavía recuerdo aquella noche; esa en la que secaste mi llanto… Fue eso hace ya tanto tiempo, y sin embargo, lo conservo aún en mi memoria como una pintura fresca que parece que nunca se secará. Quién diría en ese entonces, en aquella época de alegría y risa pura, que me encontraría así, de un pronto a otro. Sola, abandonada y con este corazón que tanto te ama tanto hecho añicos, como si fuese cualquier basura. Siento que estoy rodeada de una oscuridad total que penetra hasta lo más hondo que alguien pueda aguantar… Me despierto de golpe, y así puedo escuchar la lluvia que tintinea en mi ventana, parece como si suplicara entrar para hacerle compañía a las solitarias lágrimas que resbalan por mi cara. Miro mi mesa de noche, y entre las muchas sombras de mi doloroso pasado, encuentro aquel ramo de flores que me diste… Está ya marchito y su aspecto no da otra cosa que lástima, pero aunque no es sino un puñado de polvo, tienen más vida de la que yo tengo ahora. No se porque, pero insisto tercamente en no botarlo. Creo que es porque al verlo te recuerdo de una forma tan especial; y eso calma mi dolor un poco… Y al pensar en todo esto, solo se me ocurre preguntarme si vale la pena seguir amándote de esta inagotable manera. Si alguna vez mereciste una de mis infinitas lágrimas. O si alguna vez pensaste en que la causa de mi sufrimiento y ojos rojos eras solamente tú. ¿Vale la pena seguir amándote, si lo único que he ganado hasta ahora es este sentimiento tan amargo? No lo se yo misma. Ni siquiera se por qué te amo. E incluso, muchas veces me gustaría nunca haberte conocido… Pero cuando te miro, lo único que se es que dejas de ser uno de los recuerdos más tristes de mi vida para convertirte en la única razón del existir de mi universo; y todo lo demás, antes tan importante, simplemente deja de existir. Y cuando te vas de mi lado, y siento que voy a volver a esa terrible oscuridad de nuevo; empiezo a recordar aquella noche en la que con tus manos secaste el llanto de mis ya de por si muy mojadas mejillas…