Coronas de entierro, embellecen cementerios:
Avenida de la muerte y vida ambulante aprisa.
Cual tumba ignota en mis quietos ojos cirios.
Mis alegrías pasajeras de pocos años sin prisa,
en lágrimas solitarias de mi infancia las sepulta.
Hay colmados aromas de recuerdos prístinos
a quien descansa investido en sus eternidades:
Lagrímales encrespado en rechazos humanos;
enrostrándose golpazos de clérigos mármoles.
Nombre iniciado en mil voces retornan ya vacías,
columpiándose en hamacas de inéditas herencias.
“En esta ausente vida aún se rasgan los reclamos;
es mi memoria amnésica que excluye los recuerdos:
Siempre par él, cansado peregrinar mi existencia”.
Los momentos calmados de azules camposantos;
son adioses festivales de matinales despuntados;
naciente sentida huella de indulgencia, resucita,
en diáfanas miradas de inocencia, recompensa.
Donde nos trae el destino, encrucijadas de la vida.
En cuales sienes columbran incesante mortandad;
y coronas de entierro, en su existencia va fallida,
cada mes, de abriles enclaustrados en orfandad.