[color=blue]Una voz interior, que susurra desde los pasillos, se me viene y me interroga: “¿Hiciste la cuenta?”. Cierro los ojos y se articula el cansancio sobre mis músculos, tensionándolos con oficio de violinista, de pescador avezado. Me paro como el señor Ahab en la cubierta de su buque ballenero y comienzo a mirar el mar apenas encrespado, latiendo de salvajismo, pero no alcanzo a ver el lomo turbio y áspero de la gran ballena blanca. Aprieto mi mano sobre el puñal.
Abro la ventana y el aroma caliente de la calle despierta sus caracoles sobre mi nariz, mas no veo a nadie. “¿Es qué nadie está vivo?”, sigue con su taladro la voz ya inquietante.
Es claro, son tiempos de la cuenta. Y cuento lo que tengo. La suma da un enigma. Un gran enigma que rompe en pedazos mi barco, mientras el mar me recibe salobre y helado.
Antes de que la gran ballena me devore hacia sus adentros y en apenas fracciones de mínimo tiempo, logro recordar la primera pregunta.[/co
SANGREPOETA. PABLO PEREYRA. BUENOS AIRES.