La casa donde nací ya no existe
ni el patio de mi madre
donde plantaba flores,
ni los hoyitos donde caían las polcas
cuando jugaba de niño chico.
De niño chico
porque ahora soy niño grande.
Esa casa de tablas delgadas
el paraíso de arañitas grises
la alameda de algunas conocidas lagartijas.
De piso quejosos y crujiente
perdición de mis juguetes
abismos de caballitos y jinetes.
La casa donde nací ya no existe
hay terreno baldío, basura amontonada
o quizás algunas telefonistas
ahí donde estaba mi cama.
Me atormente cuando quebraron sus huesos
y despeinaron su cabellera,
cuando quitaron sus astillosas puertas
y la desnudaron vergonzosamente.
Ya nadie podrá decir en cien años:
aquí nació Boris Palma Díaz
aquí jugaba a la pelota
en estas calles terrosas
y ni pensaba ser poeta
porque la pecosa musa
recién se criaba en la ensenada.
De niño chico quería ser químico
para inventar una formula
que diera vida a mis juguetes,
mezclaba jabón con shampoo en la artesa verdosa
y tiraba al remojo a los héroes de goma.
Al final todos desaparecieron
no se si arrancaron o se cayeron
porque los juguetes son raza que se extingue
cuando se vuela la niñez.
De niño chico
miraba con lupa las estrellas
y a las bolitas las acercaba a la ampolleta
para navegar en su adentro vítreo cristalino.
Los ojos de gato
las polcas
y las estrellas
son todas la misma cosa.
Eso era en mi casa
por donde paseaban las lagartijas.
Ahora de niño grande
que soy poeta,
cada primavera me enamoro de las flores níveas
de los ciruelos,
me cansa la amanecida
y no me arto del rutinario crepúsculo
de todas las mismas tardes.
La casa donde nací ya no existe
ni el patio de mi madre
donde plantaba flores,
ni los hoyitos donde caían las polcas
cuando jugaba de niño chico.
Todo eso es parte del recuerdo
rebeldía del olvido
como yo, lo seré mañana.