[i]Algunas cosas esperan fuera de aquí,
las flores rojas sin su jarrón
en el mismo instante en que se partió
sobre el piso con vetas de madera
y el azul del agua comenzó a buscar
el cauce de irse también tan lejos.
Recogí los pedazos cortantes
no sin esfuerzo, por cierto, con heridas
verificables en la piel de las manos
diciendo las palabras que la lengua
no acepta así de fácil porque
el recuerdo no se hace simplemente
aunque se quiera con ganas.
Los osos también se marcharon
con lentitud de película vieja,
ajada en la retina que parpadea
con ese ardor tan conocido
que los lentes se empeñan en señalar
padeciendo por los caracteres
irreconocibles de tu escribir chiquito.
Sigue sonando Islas de King Crimsom
arracando con los dientes lo poco
que queda colgado en las paredes:
las señales que dejabas en tu íntima
deshinibición de algunas luces,
tus poses de estrella con rimel indeleble.
Guardé las cartas en el refrigerador
en ese siempre vano intento
de que no se vayan pudriendo
las letras repentinas del papel
que se acumularon a lo largo
de lo que vivimos en estos siglos
y te pensé en el lugar exacto
donde no sabe estar tu presencia.
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