[b] Recuerdos 2
Estábamos desayunando, mi hermana y yo, cuando sonó el timbre con insistencia. Mi hermana fue a abrir y regresó trayendo a Erika. Me explicó que su entrenador, su tío, no podría acompañarla a Alemania y tampoco su padre, el bueno de don Otto.
Don Otto no quería viajar sin su hermano a Alemania y prefería quedarse e ir en otra oportunidad.
Erika quería que yo la acompañara, como su DT. Además ya tenía los pasajes y la estadía pagada por los organizadores del Campeonato.
Mi hermana estaba contenta de verme partir a visitar un hermoso país, sin pagar un peso. Además iría con mi hermosa novia.
—Partiremos en tres días. Antes me ayudarás a entrenar en el Club —mi dijo Erika.
Al día siguiente estábamos en el Club, en el sector de Tiro de la Piedra.
Este deporte, si es que se puede llamar deporte, consiste en tomar una piedra de más o menos 15 kilos y colocándose la persona dentro de un círculo, arrojarla lo más lejos posible. Hasta ahora nadie le ha podido ganar a Erika. Nadie se explica como ella, con una figura tan grácil, tenga la fuerza necesaria para arrojarla tan lejos. Ni siquiera tiene bíceps, tan solo un hermoso cuerpo normal. Cuando yo le pregunto de donde saca esa energía, se ríe con esa boca maravillosa que tiene y se toca el culito…
—De acá, tontito —me dice muerta de la risa.
Hay varios socios , chicos y no tanto, contemplando el entrenamiento. Veo en algunos la cara de lujuria que demuestran al observar a Erika. En especial, el hijo del farmacéutico al que llamamos Cabeza de Glándula, quien la mira con la boca abierta y colgándole un hilo de baba.
El Cabeza de Glándula es campeón de levantamiento de pesas y tiene un físico exuberante. Si lo vieran algunas cuenteras, se volverían loquitas por él.
Erika ha terminado de ejecutar los tres primeros lanzamientos y la veo venir hacia mí, piedra en mano. Me hago el dolubo y comienzo a atarme las zapatillas. Erika le pasa la piedra al Cabeza de Glándula y le pide que se la tenga.
Luego se acerca a mí y me da un largo beso.
—¿Qué tal estuve en el último? —me pregunta. Le contesto que ha sido un tiro divino.
A todo esto el Cabeza de Glándula está rojo y transpirando. No encuentra posición para seguir de pie y sosteniendo la piedra. Creo que se le van a desorbitar los ojos.
—Dame acá — le digo, queriendo ayudarlo.
Me pasa la piedra y por más que trato, no puedo sostenerla. Se me cae al piso, justo al lado de mi pata derecha. ¡Fiuuu! ¡Me salvé por un tantito así!
Erika se enfada conmigo, porque la piedra se pudo haber partido y es una buena piedra, me dice. Es de entrenamiento. O sea pesa 20 kilos 800 gramos. ¡La puta que la parió! Don Otto la fue a buscar a Córdoba, donde un picapedrero la dejó casi redonda.
—Espero que no llevarás este peñasco a Alemania ¿Nó?— le pregunto
—Por supuesto que sí. Llevaremos la de entrenamiento y tres oficiales, porque en Alemania son demasiado costosas y solamente las tallan en la región de Bavaria.
Casi me desmayé pensando en como voy a transportar esos cuatro monstruos. Seguro que voy a ganarme una hernia. Ya me veo arrastrando una enorme valija por el medio del aeropuerto, con la lengua por el piso.
Lo único que me consuela es pensar en la cantidad de cerveza que tomaré. Probaré todas. Negra, blanca, pilsener, malta, etc. Además la impresionante cantidad de salchichas que comeré. Se me hace agua la boca de solo pensarlo. Y todos los fiambres y embutidos que existan.
Total si engordo un cachitín, después voy al Gym y listo.
Mañana la sigo…