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Tengo ganas de practicar algún deporte. De tener una actividad física que me ayude a mantenerme en forma. En un tiempo jugué mucho al basketbol, después hice natación. Tengo guardados en el altillo de mi casa, varios trofeos de mi exitosa carrera deportiva. Decido subir a sacarles un poco el polvo. Total, ¿qué otra cosa podría hacer? No hay nadie en casa, mi hermana ha salido a visitar a unos familiares en Castelar y doña Sofía tiene su día franco. Preparo un par de trapos y el líquido de pulir bronces y me estoy por subir al altillo cuando golpean a la puerta. ¿Quién diablos viene a la hora de la siesta a molestar? Abro la puerta y me encuentro a Jessica. Me sonríe con todos sus dientes y se mete adentro con su habitual desparpajo. Antes de cerrar la puerta miro para todos lados pero la calle está vacía. También con el calor que hace y la hora que es,en que todos duermen...
—¡Dame algo frío que me muero de calor! –me dice Jessica, abriendo el refrigerador y sacando una bebida cola (Nó, no esa). Le alcanzo dos vasos y los llena.
-¿Quieres hielo con tu bebida? —le ofrezco.
—¡No, hielo nó! ¡Dame un chorrito de whisky para hacer whiscola!
Y ¿dónde está Rita? —me pregunta
—Ya pronto llegará —le miento, porque no quiero que se asuste y se vaya.
—O sea que estamos los dos solos en este caserón, ¿No es así?
—¡Sip!
—¿Crees que debería tener miedo?—me pregunta coqueta
—¡Por supuesto que no! ¡Soy totalmente inofensivo y muy respetuoso!
Al ver que dudaba , añadí: —Además está por venir mi hermana.
—¡Ahh! Eso me tranquiliza. ¿Qué estabas haciendo?
—¡Justo iba a subir al altillo a limpiar mis trofeos deportivos!
—¡Vamos, te acompaño! Me encanta revisar los altillos...
Me dirigí por el largo pasillo, donde al final estaba la empinada escalera que lleva al desván. Estaba por subir pero ella me tomó de un brazo.
—No seas maleducado, Edy. ¿No sabes que “las damas primero”?
Tragué saliva. Mi instinto me decía que iba a tener problemas. Me parece que Jessica quiere guerra. Me estaba aterrorizando. No podía olvidar que el padre es comisario de policía y además estaba Erika y el salvaje de su hermano. A pesar del calor que hacía, yo estaba helado. Ella subió primero y aunque yo trataba de no mirar para arriba, sus piernas atraían a mis malditos ojos. Su corta pollerita no escondía nada y su ropa interior era de color carne o... no llevaba nada puesto.
También pensé en mi amigovia virtual que odia a Erika y ahora esto de Jessica no le va a gustar nada. Pero mis dedos no pueden sino escribir la verdad Con tal que el comisario no entre en los Cuentos, porque no acostumbro a cambiar los nombres de los personajes, en este caso reales.
—¿Qué tienes ahí, picarón? —me preguntó tocando el bulto que tenía en el pantalón.
—Es un frasco de limpiador de bronces y unos trapos— le dije
Si se sintió defraudada no lo demostró y comenzó a revolver todos los cachivaches que habían guardados en el desván
—¡Ohh! ¡Un equipo de pesca! ¿Me llevarás a pescar algún día? ¡Ohh! ¡Un kayac! ¿Me llevarás a navegar en kayac? ¡Ohh! ¡Unas viejas raquetas de tenis! ¡Ohh ¡ ¡Un frasco con chocolatines! ¿puedo tomar algunos?
—¡Nó! ¡No son chocolates! ¡Deja eso ahí! —le grité, pero era tarde.
—A ver que dicen... ¡Preservativos! ¡Ohh! ¡Estos son los preservativos!
Enséñame como son. Nunca ví uno.
Me vi obligado a romper un sobrecito, sacarlo e inflarlo. Cuando lo vió inflado le vi los ojos de horror al ver su tamaño.
—¿Así es el miembro de ustedes? —me preguntó temerosa
Me puse a reír con ganas, pero no podía engañarla. Se le podría crear un trauma sicológico.
—¡No, tontita! Es mucho más pequeño. Jajajajá
Me miró enfurruñada y caprichosa a la vez…—¡Quiero verlo!
—¿Qué? ¡No puedo andar mostrando por ahí a Carlitos!
—¿Lo llamas Carlitos? ¡Qué tierno! ¡Quiero verlo!
—¡Quiero ver a Carlitos! —insistió Jéssica.
—¡Imposible!— le digo —me da vergüenza y además ¿qué gano yo con mostrarte lo mío?
—¡Si quieres yo también te muestro!—me dijo decidida.
Por desgracia para mí, Carlitos despertó y luego de desperezarce se quedó duro como rulo de estatua.. No había forma de disimular, aunque intenté hacerlo, agachándome un poco.
Noté que Jéssica tenía los ojos brillantes y se humedecía permanentemente los labios, signo inequívoco que se le había secado la boca, al elevarse la temperatura corporal.
—¡Dale, no seas malo! Mostrame solamente un poquito. Tengo 18 años y no conozco nada del sexo. ¿Eres mi amigo o nó?
Con ese argumento casi me convence, pero el miedo al padre de ella , pudo más y me negué.
—¡Lo que pasa es que está por llegar mi hermana! —me disculpo
—¡Rita fue a Castelar! Me encontré con ella en la calle y por eso te vine a ver, para que no estuvieras sólo —me dijo risueña
—¡La verdad , Jéssica es que me gustas mucho, pero le prometí a mi novia serle fiel. Sinó te agarraba y ¡te hacía de goma!
—¿Quién es tu novia?—me preguntó extrañada
—Se llama Miranda y es de otro barrio.
—¡No tiene porqué enterarse de nada! ¡Ni ella ni nadie! ¡Dale mostrámelo un poquito!
—¿Y tú me mostrarás también?—le pregunté echando humo por las orejas.
Ante su respuesta afirmativa, me abrí el pantalón y le mostré rapidamente y me cerré el pantalón.
—¡Así no vale. tramposo! ¡No vi nada! ¡y además tienes puesto el calzoncillo!
—Bueno. Mostrame tú primero —le dije con la boca reseca-
No vaciló ni un momento. Se sacó la pollerita y quedó desnuda de la cintura para abajo. También se quitó la blusa y pude admirar su cuerpo maravilloso. Me acerqué a ella, tembloroso de excitación y se escapó corriendo y riendo al otro lado de un montón de cachivaches. No aguanté más y me quité los pantalones, el calzoncillo y la camisa y fui tras ella. Esta vez no corrió. Se quedó parada, desnuda en su esplendor de niña-mujer, mirándome con la boca abierta. Era verdad. Jamás había visto a un hombre desnudo. Me miraba con sus grandes ojos de gacela asustada y comprendí que mi aspecto dejaba mucho que desear, para su mente de niña. No sé como se imaginaría ella a un hombre desnudo. Pero por sus ojos de miedo al ver mi miembro enhiesto con sus pelos hirsutos y la cabezota roja como la cresta de un gallo, comprendí que se había enfriado el entusiasmo y ahora tenía miedo
Me controlé para no saltarle encima y comencé a vestirme con toda tranquilidad.
—¡Listo! ¡Cumplí! ¿Nö?—le dije haciéndome el canchero
—¡Sí, si! ¡Está bien!— me dijo comenzando a vestirse rapidamente.
—¡Las damas primero! —y le mostré la escalera para que bajara.
Pasamos por la cocina y serví dos vasos de gaseosa para ambos. Estaba callada, pensativa y no se atrevía a mirarme a los ojos.
—¡Cuando quieras saber algo más, aquí está tu amigo, para ayudarte, en lo que sea, ya sea un consejo o una prueba de cualquier cosa que quieras saber o conocer!
—¡Gracias, no lo olvidaré!
Me besó en forma superficial en la mejilla y se fue.
Como hacía tanto calor me fui a dar una ducha bien helada.