HISTORIA CORTA-MENSAJE EN UNA BOTELLA

Mensaje en una botella.

La primera vez que cruzaron sus miradas, fue aún siendo muy jóvenes.

Valentina estaba de vacaciones en el pueblo, en casa de su abuela materna.

Era un pueblo pequeñito de pescadores.

Por esas fechas se celebraban las fiestas del pueblo.

Leo, no le quitaba ojos a una joven morena, que no era del pueblo, pues él nunca la había visto por allí.

Era muy tímido, pero se armó de valentía y la invitó a bailar.

Extendiéndole su mano le dijo:

-Me concedes este baile?

Valentina, sonrojada, aceptó la invitación, mientras miraba a su amiga y se tapaba con la mano la boca, para ocultar la sonrisa que le producía la vergüenza del momento. Era su primer baile.

Durante el baile, Leo cogía la cintura de la joven con una delicadeza exquisita para no molestarla. Ella extendía su brazo por el hombro del joven Leo, sonrojada de vergüenza.

Aquel baile para los dos jóvenes resultó de lo mas excitante. Experimentaron sensaciones nuevas de adolescentes, que nunca olvidarían.

Cuando acabo el baile, los dos jóvenes se dieron la mano y se presentaron.

-Hola, soy Leo.

-Ella contesto, yo soy Valentina y he venido de vacaciones desde la ciudad, a casa de mi abuela.

El pueblo era muy pequeño y era inevitable que se volvieran a cruzar.

La segunda vez que se vieron fue mucho más especial, él no quería separarse de ella en ningún momento.

Poco a poco, día tras día, disfrutaron de las vacaciones veraniegas en compañía uno del otro. Los dos jóvenes, estaban viviendo el verano más especial de sus cortas vidas.

El amor pronto se abrió camino entre los dos jóvenes corazones.

Para los dos fueron unos meses inolvidables, en los que habían vivido sensaciones desconocidas para ellos.

El verano llegó a su fin y con él, la inevitable despedida.

Valentina tenía que regresar a la ciudad.

La noche de la despedida, los chicos quedaron en la playa para despedirse.

-Me escribirás? Pregunto Leo

-Pues claro que si, todos los días, dijo Valentina.

Leo terminaría sus estudios el año siguiente, muy ilusionado le dijo a la joven:

-Pronto estaremos junto. Cuando me gradúe buscaré trabajo en la ciudad y pondremos estar juntos para siempre.

-Mira allá arriba, ves esa estrella?

-¡Si, la veo! exclamo Valentina

-Será tu estrella, le dijo Leo a la joven.

-Será tu regalo de bodas. La prenderé en tu largo pelo negro con un pasador de plata el día que te despose.

Ella miraba a la estrella con una brillante luz en su mirada, llena de ilusión.

La estrella se reflejaba en sus grades ojos negros.

Se besaron tiernamente, se juraron amor eterno y sin poder remediarlo, llego el momento de la despedida.

Durante el otoño siguiente las noticias de una guerra inminente era la mayor preocupación para todos, en particular para Leo, tendría que alistarse en el ejército y sus estudios y todos sus planes se verían interrumpidos temporalmente.

Las cartas entre los jóvenes enamorados eran fluidas. En ellas recordaban los buenos días que habían pasado juntos en el pueblo, contaban ilusionados los planes que les aguardaba un futuro no muy lejano y al final de las cartas siempre se despedían jurándose amor eterno.

Contaban las horas que les quedaban, para poder terminar tan penosa e injusta separación.

La guerra hizo su cruel aparición, cuando a Leo le quedaban pocos meses para acabar sus estudios.

Leo tuvo que alistarse en el ejército sin poder evitarlo.

La última carta que recibió Valentina de Leo, fue la que le informaba de tan triste noticia.

A Leo lo destinaron a una isla donde los combates eran muy intensos, pero el recuerdo de Valentina era su mayor ilusión y su único aliciente para poder seguir adelante.

En un momento de calma entre combates, Leo, con Valentina siempre en su memoria, comenzó a escribirle una carta.

-“Ya falta menos para que vengan a rescatarnos de esta isla infernal.

-Aquí los combates se alargan del día a la noche y no hay muchos momentos de sosiego, así que debes perdonarme que no te haya podido escribir antes.

-Ahora estoy mirando la estrella que te prometí para el día que te haga mi esposa.

-La prenderé en tu largo pelo negro con un pasador de plata.”

De pronto Leo, comenzó a escuchar disparos desde el fondo de la isla.

Presuroso, cogió la carta y la metió en una botella y la arrojó al mar.

Mientras miraba como la botella iba a la deriva, una bala furtiva impacto en la cabeza del joven Leo, callo al suelo con los ojos abiertos, mirando a la estrella prometida.

La luz de la estrella quedó clavada en su pupila.



Valentina veía como pasaban los días y los meses sin noticias de Leo.

Pero ella fiel a su compromiso, le seguía esperando.

La guerra terminó y empezaron a volver algunos soldados del frente, pero Leo no aparecía.

Cada noche Valentina miraba a la estrella que Leo le había prometido y las lágrimas en sus ojos, hacían cada día mas vivo el recuerdo de su amado.



Así pasaron los años. Muchos chicos reclamaban su compañía, pero Valentina los rechazaba a todos. Para ella solo existía Leo.

Pasaron los años, muchos años…y su cuerpo fue envejeciendo poco a poco. Su pelo, ya no era negro, se había convertido en una blanca melena. Pero su corazón y su alma estaban intacta y el amor que le prometió a Leo, seguía estando vivo.

Siendo ya muy anciana, paseando por la playa, vio una botella en la orilla.



Sus viejos huesos crujieron al arrodillarse en la arena.

Cogió la botella y sacó un papel amarillento de dentro y comenzó a leerlo.



- “Ya falta menos para que vengan a rescatarnos de esta isla infernal.

-Aquí los combates se alargan del día a la noche y no hay muchos momentos de sosiego, así que debes perdonarme que no te haya podido escribir antes.

-Ahora estoy mirando la estrella que te prometí para el día que te haga mi esposa.

-La prenderé en tu largo pelo negro con un pasador de plata.”



No llevaba remitente, tampoco decía a quien iba dirigida, pero Valentina supo que era para ella.

Al leer esas palabras, se sintió algo mareada, con los ojos llenos de lágrimas y mirando hacia la estrella se tumbó en la arena, la luz de la estrella quedó clavada en su pupila.

Leo apareció de la nada, y Valentina vio como la brillante luz de la estrella prometida ilumina su largo pelo. Leo, sujetó la estrella con un precioso pasador de plata, su larga melena se tornó de nuevo, negro azabache y su viejo cuerpo se trasformo joven y bello.



Sin mediar palabra, fundidos en un dulce abrazo, se besaron apasionadamente, y al instante como un rayo de luz, desaparecieron en el mar.



En la playa del pueblo, donde se prometieron amor eterno, cuando se mira hacia la lejanía del mar, se puede apreciar muy claramente, como una extraña y brillante estrella que antes iluminaba en el cielo, ilumina a ras de las aguas, el horizonte….



Margary Gamboa.